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Susurros al viento

Latidos y sentidos

Hasta aquí

Hasta aquí.

Pierdo el aliento a cada llamada, con cada mensaje con el que declinas una y otra vez, entre sonrisas, todo lo que te ofrezco. Otro día, hoy no puedo. Siempre tropiezo con la misma respuesta.

Hasta aquí.

Una lengua magmática me recorre por dentro y lame y apaga todas mis ilusiones, mis ganas de conocer tus pliegos prudentes, mis ansias de liberarme de todas las capas de desconfianza y timidez que hacen que una y otra vez no sea yo misma cuando estoy contigo, que me aprietan y se aflojan a la voz de tu deseo.

A mi aire. No estoy acostumbrada a someterme a las citas, los tiempos, las horas de sueño, al ritmo de otro ajeno. Ese reloj me hace trastabillar... no necesito tu ritmo. Mi libertad palpita en las sienes y me cuestiona extrañada porqué tienes que ser tú y no otro.

Me columpio atontada en un interrogante desde que te conocí, y un viento cargado de dudas lo azota cuando te deslizas por mi mente. Me mareo, quiero bajar… Hasta aquí.   

Despierta. Temes. Amarse es un acto de fe, de dejarse caer sin miedo a que duela, del deleite de disfrutar unos brazos que calmen las prisas y desahagan los nudos dormidos. Y tú casi nunca estás. 

Magia, donde estás? No puedo más que sacudir el mantel de retales con el que recojo las migajas de momentos casuales que supones que me regalas. Deleita a otra con esos momentos, si es que sabes llenar sus días con tu presencia.

Cierro los ojos. Quizá otro tren pase y esa vez no me empujen los suspiros cansados al andén con él en marcha. Una lástima, pero es que no puedo dejar que mi deseo se estrangule, que mi boca amarga calle más palabras y me sangren los sentimientos recién descubiertos. No mientras no sea tarde.

Hasta aquí llego…

Hoy hace 31 años

Hoy hace 31 años

Hoy hace treintaiun años que respiré por primera vez yo solita.

Una niña tranquila, en carnes y sonrosada, con mofletes vivos como el sol de la mañana...

La verdad es que deseaba pasar la noche de mis 30 años a mis 31 de forma diferente a como la tuve que pasar el año pasado: en cama sin poder andar.

Y vaya... no estuvo mal. Bailé, reí, me he insuflé de presente, prácticamente sin prejuicios... y más.

El objetivo de la salida nocturna estaba claro: pasármelo bien sin perder la cabeza. Me quedaba un día largo de celebraciones que con una resaca maja hubiese sido complicado pasar.

Ropa negra seductora, pinturas de guerra y mi mejor sonrisa. Empieza a emerger mi verdadero yo entre montones de ruinas que tenía ganas de liberar y que no sin esfuerzo conseguiré sacar a relucir pasito a pasito.

Y la noche no defraudó, aunque como siempre, podía haber ido mejor. La espinita punzante y machacona me perseguía. La declaración de la noche: si no soy de cautivar a alguien tal como voy, me retiro definitivamente del mercado, y a verlas venir.

No me puedo retirar del mercado porque para mi grata sorpresa, llamé la atención de alguien. No es necesario entrar en detalles, lo importante es que no era mi tipo a primera vista. Majete, pero no atrayante.

Ante tal resultado, no puedo cerrar a cal y canto el rincón de mis ilusiones. No puedo rendirme, sólo estar atenta hará que pueda observar con los ojos abiertos hacia mi alrededor. Cuantos días, cuantos meses, cuanto tiempo la llama de mi luz había dejado de quemar. He estado a oscuras, porque yo soplé con desesperación esa llama, para apaciguarla y poder lamerme las heridas, poder descubrirme, aprender a estar sola, a disfrutar de mi desatendida soledad, a no verla como un agujero negro, a vivir a mi antojo, con mis horas, mis salidas y mis más absoluta libertad.

Hoy hace 31 años que dos pequeños pies patalearon ante el temor de una deseperada vida, un llanto reventó la alegría del corazón de mi madre, y luché por vivir. Esa lucha que nunca acaba, sólo hasta que llega el momento preciso, el inicio del otro camino.

Pero no dejo de descubrir, a ratos distraida, a ratos sorprendida, la senda estrellada de mis días y mis noches, de mis trasnoches y mis derroches, pero a fin de cuentas, el aliento de mi conciencia viva.

Sí... 31...

 

 

 

Flotando voy...

Flotando voy...

 

Soy una bomba andante, lo reconozco.

Una semana noto que el suelo me traga, absorbe mi realidad y no puedo luchar contra ello... otra floto en el ambiente, como una pluma desprendida, con la sonrisa tatuada en la cara, las pupilas brillantes y la lengua suelta.

Me arranco los harapos de la pena y me visto de flores de mil colores. Voy, vengo, vengo y voy, subo, bajo, me siento, me levanto... en la coctelera de mi cabeza se abanica un frenesí de sentimentos desbocados.

La pasión, mi baza y mi perdición. Pasión que me ahoga y me desbarata, pasión que me eleva y explota en las sienes.

Pasional hasta el abismo. No hallo el equilibrio. Pero es que cuando estoy en lo alto, me gusta regocijarme en el hervidero de esa emoción... olvido los entuertos, no recuerdo las lágrimas, pero cuando llegan sin remedio, tengo hasta goteras en el alma.

Dosificación... es lo que necesito. Pero es que a veces el delirio es tan apetecible... tanto como destructor...

(Imagen: Éxtasis, de Tere Pastoriza)

De todo, pero de nada...

De todo, pero de nada...

 

Dicen que la vida de cada uno es el resultado de sus elecciones.

Aunque en parte no comparto tal afirmación, vivo latente esa otra parte que sí comparto.

Hay cosas en la vida que suceden, que no te las buscas.

Pero hay otras de las que uno es plenamente responsable, de que es el resultado de tus elecciones, para bien o para no tan bien.

Quizá esté de bajón, quizá esté sufriendo una crisis existencial, quizá la convulsión que siento dentro de mi tenía que llegar tarde o temprano.

Sin duda alguna muchas personas quisieran tener lo que tengo yo: seguridad laboral y vitalicia, estudios, una casa donde cobijarme, muchos caprichos y comodidades, un coche, ropa sin estrenar en el armario, la despensa repleta... muchas cosas... materiales.

Pero qué hay de todas esas cosas intangibles que llenan la vida? Ilusiones, risas, amor, sueños por cumplir, aventura, tiempo libre, paz interior, buena salud, tranquilidad... después de todo, quizá me esté quejando por vicio, pero es que poseyendo tanto, siento tantas carencias...

He renunciado a muchas de esas cosas que ahora echo en falta por ser alguien en la vida, por tener una seguridad, por no dejarme amilanar por los retos, por no dejarme someter frente a lo que yo creía que me debía mantener firme, pero ahora me siento.... sola.

Y la gracia es que no estoy sola. Tengo a mi familia que me quiere, tengo (pocos) pero valiosísimos amigos con los que disfruto muchísimo, pero me falta, me falta algo... debería ser feliz con lo que tengo, no luchar más por tener, sólo por ser, pero no sé hacerlo, no atino.

Tropiezo conmigo misma una y otra vez, soy el principio y el final de todo mi sufrimiento, y aún sabiéndolo, no puedo controlarlo. Ya puedo leer miles de libros, ya me pueden poner cien mil agujas de acupuntura para que fluctue mi energía, ya puedo llorar de rabia por ser consciente de mis debilidades, pero no sé arreglarme, no sé pegar los trocitos de mi que he perdido durante mucho tiempo, no encajan. Pero no encajan porque quiero reconstruir algo que nunca más será.

Sé que ha llegado la hora de mi transformación, pero por donde empezar? Cómo lo hago si yo misma cierro los grilletes que me atan?

 (Escrito el 13 de enero de 2008)

Un día a día más

Un día a día más

 

Han sido demasiadas emociones en poco tiempo.

Tengo sellada ténuemente en el cuerpo la renovada alegría del tonteo, aunque el sujeto causante de tal emoción tiene imprenta la señal de prohibido (achtung, baby...).

Me he demostrado a mi misma que vuelvo a estar en acción, vuelvo a ser semejarme a lo que un día fui y con lo que me sentía a gusto. Me está costando sudor, y de momento lágrimas no, pero todo puede llegar.

He conocido gente nueva, he retomado viejos contactos, el tiempo ha vuelto a acercarme con personas de mi entorno que me hacen revivir momentos del pasado. Es una mezcla tan colorida de emociones, que irradia toda mi conciencia.

Tengo una buena consejera psicológica que me ha colocado en el puerto de partida de mi autoconocimiento, me muestra el camino para abrir los ojos a mi debilidades sin miedo, a los tesoros que encierro en mi, qué herramientas autómatas activo sin control alguno, las mismas que hacen que no me pueda o no quiera mostrarme como realmente soy, con lo única y exclusiva que soy.

Noto que la gente que me importa me valora, que los que no me importan tanto me tienen en cuenta, que los que no me importan nada siguen ahí pero que la falta de interés mútuo sobrevuela nuestras miradas.

He vuelto a sentir el rubor en mi cara de unas palabras de admiración dirigidas hacia mi, el tartamudeo infantil del flirteo inconsciente y temerario, la confianza, la mano amiga que me arrastra a mostrarme, a nacer partiendo de lo que escondo detrás de mi sonrisa diplomática, a gritar que soy bella porque tengo mis puntos de estallido incontrolable y mis bajones de culpabilidad infundada cuando los remordimientos hacen erizar mi piel y mi mente voltea una y otra vez.

He conseguido ser un poco más valorada de acuerdo con mi honestidad, superarme a mi misma cuando he caido en el pozo petróleo de mis emociones tóxicas. Lo que me da más miedo es que me he mostrado, con mis miserias y mis virtudes, ante alguien hacia el que siento un profundo cariño, pero del que por más que lo intento, no puedo acabar de descubrir su lado más sincero.

No he conseguido llenar ese vacio que me dispara al pecho cuando disfruto de un baño caliente. No he podido fijar mi mirada en otros ojos que me devuelvan una mirada que me cautive el alma. En ciertos momentos no he sido capaz de dominar las pataletas infantiles sin sentido que me han arrastrado hasta el desvanecimiento. No me he podido deshacer, en muchas ocasiones, de esta timidez que me paraliza y que hace que a veces me sienta ridícula.

No he podido llegar a ese nivel de sublime elevación que haga que olvide el dolor físico, que me ayude a observar la belleza que destila mi yo, como todos y cada uno de los transeuntes de este camino que es la vida.

No he llegado a encajar aún ciertos carácteres que debiera respetar por el hecho de ser únicos, no juzgar por valoraciones estúpidas de los otros o porque esos mismos otros han torcido el rumbo de mis intenciones.

Aunque me ha sido imposible conseguir alguna de las cosas que pudieran ser vitales para mi, he conseguido otras que me han hecho crecer como persona independiente y autosuficiente, como mujer, como vida humana que se mueve en el tráfico de vidas que deambulan como yo, por los mismos lugares, en las mismas horas, con los mismos horarios, con la misma mirada perdida, con similares inquietudes y dispares intenciones.

Y aunque yo misma provoqué mi retiro, ese lapsus tajante en las agujas de mi reloj, el tiempo durante el que he intentado emerger de mis restos doloridos me ha servido para enriquecer el bagaje de mi existencia, los días de mi día a día.

El 2007 quizá no haya sido un año para recordar con pasión y gloriosa alegría, ha sido una año de grises com matices de nubes de tormenta y recientes, pero escasos y supérfluos, días de eufórico sol.

No pido más para el 2008, pido menos dolor, menos timidez, menos prejuicios, menos nudos en el alma, menos pasos encimentados... todo lo que pido es menos de lo que he tenido. Creo que es un deseo honesto, un reto emocional por el cual voy a luchar, por el que posiblemente siga luchando durante el siguiente año, y posiblemente durante el resto de mi vida... lo que al fin y al cabo es maravilloso... el saber que día a día soy una persona diferente, soy yo...

Si me preguntan...

Si me preguntan...

 

Si me preguntan si aún hoy siento algo por ti, como ha hecho esta noche mi madre, mentiría si dijese nada de nada. No me miento. Queda una gran amistad, y sí, algo más que eso, quedan ascuas teóricamente sofocadas, esa teoría de la que tanto he luchado por esconderme, quizá por temor o resentimiento, o quizá por mi firme idea de que lo vivido, vivido fué, y mejor dejar quieto al participio.

Estamos empezando a jugar vertiginosamente a hacer equilibrios sobre un hoguera donde se pueden acabar lastimando los sentimientos, quemar esperanzas, cosa que no quiero hacerte ni hacerme a mi misma. Me inmerso en una batalla al tenerte que entregar mi amistad así. Porque no puedo dejarme llevar por cómo soy realmente como con cualquier amigo, ya que un paso en falso y te regalo un gesto inocente, y te parecerá una señal de que no eres como "cualquier amigo". No quiero engañarme. Pero los giros de la vida a veces deparan emociones nuevas o renovadas que no esperabas volver a sentir. Tú andas falto de cariño. A mi me sobra para regalar. Y eso se palpa en el ambiente.

Paradoja, sí, porque huelo una mala amalgama de identidades. Tú, emanando fuego por tus poros, silenciando verdades, legando dudas en cada momento compartido, y yo, flotando en mi universo onírico, líquida y escurridiza, voluble y de rumbo cambiante. Tu nadando en la desbordada rutina de tus días, y yo quemándome en mi recién estrenada "completa" soledad sentimental. Mala combinación de elementos, muy mala...

La memoria (o amnesia) del corazón

La memoria (o amnesia) del corazón Quizá no debí abrir ciertas cajas de pandora, cajas de anticuallas, de flores secas, cartas y notas cubiertas de la fina pátina de olvido... porque una, con la mirada cosida en la nostalgia, la melancolía desprendida del recuerdo y la sonrisa medio rota, percibe los torbellinos de emociones acalladas imperativamente, como cuando te empeñas en meter a la fuerza un último trasto en un armario saturado de cacharros, sabiendo que si lo abres, inevitablemente muchos de ellos te caerán encima.

Unos te golperan, otros te lastimaran. Quizá otros ni los notarás, y otros sonrierás al encontrarlos, porque ya habías olvidado que los habías metido dentro...

Después de muchos soles, después de muchas lunas, nos volvimos a ver, a solas.

Y hoy me siento embriagada de reminiscencias del pasado. La otra noche rememoramos la secuencia de lo que compartimos, salpicada de buenos ratos, de travesuras, locuras y ternuras, y también pudimos recordar, arropados por el manto de la noche cómplice, escenas y palabras de instantes clavados en el tiempo que entonces nos escupíamos a la cara con frialdad, con la ira como cuchillo rajando las vestiduras de la fiebre de amor que padecíamos.

La otra noche fuimos capaces de cuestionarnos nuestras mútuas inquietudes, nuestras necesidades, nuestros anhelos, qué esperábamos aquellos días el uno del otro. Y descubrir en los gestos del que te contempla quién somos ahora, en que nos hemos convertido.

Yo me encontré con la borrosa imagen de quien conocí, pues no todo cambia, pero con la desperación del que está sufriendo, del que anda carente de calor fraternal, con las alas atadas, con la pena heredada de los golpes de la vida instalada en la mirada, y el arrepentimiento sincero y resignado.

Tu te encontraste con la huella del desaliento grabada en mis ojos, de alguien que aprendió algunas lecciones que únicamente el paso del tiempo te hace asumir, pero con mis alas desplegadas, sin ataduras, aunque con las puertas de mi corazón entornadas, evitando que la curiosidad indeseable asome a través de la rendija que tímidamente dejo abierta.

A veces me pregunto de qué se alimenta esta fuerza que nos une a través de los años... No será que nuestros días añoran esos momentos de juventud, flashes de fugaces emociones que arañaban la piel y descarnaban la pasión? Rescoldos, siguen quedando rescoldos, porque aún hoy, al volvernos a ver, nos aferramos a la vívida sensación de los lazos que nos unían...

Pero la razón gana la partida a la memoria del corazón. Esa memoria que sólo recuerda los buenos momentos, que me traiciona y juega conmigo a su antojo. Los momentos agrios, los que te bajan por la garganta y abrasan como ácido todo tu ser, revolotean y como una lengua negra e hiriente, lame aquella existencia pasajera, intentando asumir el papel protagonista que representó entonces.

No quiero anclarme en el mar lóbrego de tus ojos, donde mi barco naufragó tantas veces. En demasiadas ocasiones recogí los mástiles destrozados de mis esperanzas, cosí las velas arañadas de dolor, achiqué lágrimas, resbalé y caí por la borda de tu abismo una y otra vez. Hasta que fui capaz de alejarme de ti y arrojarme, sin mirar atrás, a surcar mis días en la nave de mis sueños, lejos de tus abrazos, lejos de aquel que tantas noches recorrió mi espalda con sus dedos, descubriendo juntos las mieles y hieles del despertar a la vida.

Yo navego hacia el oceáno, al encuentro de otros días de sol, de otros días de lluvia y posiblemente de muchas tormentas, pero al fin y al cabo... de nuevos días. Ya no puedo dar marcha atrás. Ahora ya sólo puedo reservarte un puñado de horas de mis atardeceres, unos oidos que te escuchen y unos labios que te aconsejen, que exorcisen por momentos tu desidia con mi risa pícara, una camarada y consuelo para tu tediosa soledad, pero nada más... la amnesia sólo dura el rato en que tu recuerdo me inunda. Nada más...

 

Anatomía de una playa

Anatomía de una playa

 

 

Abrumada por los vaivenes de mis pensamientos, como cada tarde me acerco a la playa, a ese lugar donde se detiene el marcapasos interior de mi vida revuelta; paro de pensar, me abandono a la conciencia, a lo que siento, sólo observo y contemplo admirada maravillas cotidianas.

Huellas. Pisadas grandes, pequeñas, livianas, pesadas, que vienen, que van, que chocan, que se confunden en un sendero de pasos de ida y vuelta hacia algun lugar, sin descanso, sin paz. Hoyuelos vacuos, abandonados por el agua en retirada de la orilla.

Brisa. Oleada de microgotas que se posan en mi cara, en mi pecho, deseosas de evaporarse como se evaporan en ocasiones las esperanzas, las ilusiones... acariciando mi cabello, siento sus dedos de aroma marino a salitre húmedos en mi piel.

Olas. Lenguas coronadas de purpurina brillante e immaculada, algunas acarician la orilla, otras voraces luchan por arrancarle bocados de arena en cada embestida, que mojan mis piernas salpicándolas de riachuelos que se dejan arrastrar hacia el borde de mis pies.

Ondas. Arena dorada peinada como angelical escolar, desierto ondulado por donde pasean insectos entre los restos y fósiles de caracolas, conchas y marfil, abrumados por magna extensión, bucles en las dunas que se elevan caprichosas y lirios de mar azotados por el soplo veleidoso del viento.

Mar. Inmensidad turquesa, azul, verdosa, donde la mirada se pierde y se libera la mente, solo el horizonte lejano, como linea exacta, cortando el cielo con bisturí de precisión, sin posibilidad de alcanzar su fin, saboreando la dicha al imaginar la existencia de otro tipo de vida en la vastedad del agua salada.

Paz. Solo el rugido del oleaje y el vuelo de las gaviotas, juguetonas, perdiendo plumas de sus alas en su juego tremendo a ras de las sierras acuáticas, sin preocuparse por la pérdida... otras plumas naceran y creceran para seguir el vuelo en libertad.

Y esta tarde otra vez bajaré a ese universo natural, a ese bálsamo para el alma, y me dejaré abandonar, me dejaré arrastrar por sus elementos y me olvidaré de todo, de todos, de mis días, de mis momentos, de mi misma...